Introducción
En
el ritual del matrimonio la pareja expresa su amor aceptando a su ser querido
en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y ofrece su
fidelidad y su amor incondicional hasta que la muerte los separe.
Nadie
duda de la sinceridad y veracidad de las palabras que pronuncian estos jóvenes
novios al unirse en matrimonio. Estrenando sus 25 ó 30 años estos esposos se
prometen amor eterno. Sin embargo ¿qué sucede cuando pasa el tiempo, se enfrió
el amor; a los hijos les pasamos nuestro amor; entró otro amor al corazón; la
enfermedad no es superable?
Nacer,
crecer, reproducirse y morir. Etapas biológicas de la vida. El amor en un
matrimonio también está llamado a crecer y a reproducirse, pero no debe morir.
La adultez intermedia, que comprende para algunos estudiosos -como Levinson- de
los 40 a 65 años es un momento crucial en la vida matrimonial. El presente
ensayo pretende mostrar algunos síntomas que se dan en la adultez media en la
vida conyugal, así como ver posibles causas y proponer algunas soluciones.
I. Síntomas de la
crisis matrimonial
Cuando
deciden casarse en matrimonio la pareja tiene 3 objetivos principales: hacer
muy feliz a su pareja, formar una familia con sus hijos y vivir junto hasta que
la muerte los separe. Los primeros 15 a 20 años hay ese esfuerzo común por
crecer en el amor a la pareja, por ilusionarse ante el crecimiento y madurez de
los hijos e incluso la simpatía y unidad de proyectos comunes.
Pero
el tiempo sigue su marcha. Algunos descuidos provocan que el amor se pueda ir
enfriando. Los cambios físicos, las nuevas amistades, la dificultad laboral
también van haciendo mella en la relación matrimonial.
Así
comienzan a registrarse las primeras e importantes limitaciones físicas,
cambios emocionales y de conducta. Pueden incluso aparecer momentos de
depresión y de ansiedad, debido a que existe una lucha muy dura, entre lo que
se quiere hacer, lo que se debe hacer y lo que se puede hacer. Los cambios
corporales dependerán en gran medida del estado de salud, de la alimentación y
del ejercicio físico que se haya realizado antes. Por lo mismo existe una mayor
tendencia a engordar, aparecen las primeras arrugas, el cabello se cae o se
vuelve más canoso, la vista pide anteojos, los músculos se debilitan.
Con
la preocupación por las enfermedades comienzan los chequeos médicos. En algunas
personas surge una actitud hipocondríaca (una sensación de permanente y
constante situación de estar enfermo). La belleza externa sufre sus trastornos,
pero en sentido opuesto crece la belleza interior como fruto de la experiencia
y la madurez de la vida.
Con
la ilusión del matrimonio la joven pareja se planteó unos logros y metas
comunes. En esta etapa del matrimonio la pareja revisa cómo se han cumplido
esos sueños que formularon juntos. Es un momento de balance profesional,
económico y social. La pareja puede darse cuenta que no han llegado a las
expectativas deseadas, y en ocasiones ni aproximado a los objetivos formulados
que tuvieron al casarse. Esto puede provocar sentimientos de frustración y de
impotencia. De inseguridad y de malestar interior. Situación que si no se
resuelve como pareja traerá problemas y dificultades en la relación
matrimonial.
Comienza
a sentirse el cansancio, motivado por todas las responsabilidades que se
tienen, que cada vez pesan más si estas no se han aceptado con madurez,
responsabilidad y conocimiento.
Incluso
la vida sexual de la pareja sufrirá cambios. A la mujer le llegará la
menopausia. Pueden darse situaciones de estados depresivos o de angustia. Ya no
son los jóvenes de hace unos años, a la madurez de la vida le llega la vejez.
No se desea envejecer. Los atractivos sexuales o físicos no son como antes.
Finalmente,
aunque no se mencionen todos los síntomas de una crisis conyugal, aparecen
sentimientos de desesperanza, por un lado los hijos comienzan a ser
independientes y se alejan poco a poco del hogar, y por otro lado se tiene que
enfrentar la rutina matrimonial.
II. Causas que
originan la crisis matrimonial
La
diferencia entre un síntoma y una causa es sencilla. El síntoma aparece, la
causa la provoco. Con mi crecer en edad es seguro que mi cuerpo sufrirá unos
cambios, pero si fue mal alimentado o mal ejercitado, probablemente mi cuerpo
llegará más descuidado que otras personas con la misma edad.
Los
síntomas de una crisis matrimonial son eso síntomas. Posibles llamadas de
atención ante una enfermedad conyugal. Ahora bien, las causas que originan una
crisis conyugal son algo más serio. Implican una serie de hábitos o costumbres
que se fueron descuidando. Enumeraremos algunas.
Llevar
una vida excesivamente materialista. Esto va dejando de lado los valores y
virtudes que servirán de pilares para rescatar al matrimonio de un futuro
naufragio
Meterse
en la mente que las tareas familiares conllevan un exceso de responsabilidades,
que son imposibles de sobrellevar y entonces el matrimonio se vuele una carga
difícil de llevar
Los
cambios físicos, biológicos, psicológicos, religiosos, económicos y sociales
que se producen al llegar a esa edad hacen creer a algunos que han desaparecido
o disminuido las cosas importantes que tenía en común con la pareja. Por ello
es posible que se entre en estados de depresión o de crisis. ¿con quién estoy
compartiendo mi vida? ¿seguimos con las mismas ilusiones o jalando extremos opuestos?
Cuando
el amor a los hijos fue opacando el amor a la pareja, entonces la salida de los
hijos del hogar será algo difícil de superar. Esta situación se conoce como
síndrome del “nido vacío”. Por motivos de estudio, trabajo o matrimonio los
hijos abandonan el hogar familiar, esto origina que los papás se sientan solos.
El
rol en el matrimonio muchas veces ha perdido su carácter excitante, por la
frenética actividad y las múltiples preocupaciones que conlleva una vida
familiar en armonía y felicidad. La ausencia de los hijos puede llevar a un
encontrarse nuevamente con la pareja, o puede provocar instancias de
alejamiento y soledad.
Otra
causa es el dejar de esforzarse en el crecimiento personal. Académica e
intelectualmente se esfuerza uno de los dos, la otra persona no quiere seguir
creciendo, aunque fuera en otra concepto (lectura, baile, danza, pintura…). El
esposo empresario busca que también su esposa se supere. La lucha debe ser en
común, la otra persona no puede acomodarse y quedarse atrás.
Algunos
esposos desgraciadamente buscan experiencias juveniles de tipo atrevidas o de
alto riesgo matrimonial, y esto con el fin de evitar la sensación de tiempo
perdido o de aburrimiento. Coquetean con personas jóvenes, ponen en grave
riesgo la infidelidad matrimonial. Comienzan a practicar deportes extremos o a
derrochar el patrimonio matrimonial con compras llamativas: coches lujosos,
vacaciones paradisíacas...
Una
causa más de una posible crisis conyugal es un cambio profundo en la vida económica
como el despido laboral; en la vida física, en la que el cuerpo no rinde igual
en el trabajo; o incluso de tipo social de la pareja: se tienen malas
compañías, amistades frecuentes con
personas divorciadas que pueden ser una mala influencia en el campo de
las ideas y en el uso del tiempo.
III. Propuestas
para solucionar la crisis matrimonial
Lo
primero y más importante ante una crisis conyugal: rechazar a toda costa el
divorcio como solución del problema. Esta no será la solución a la crisis,
incluso la puede empeorar sino se ha hecho un análisis profundo de las causas
que han provocado la crisis matrimonial en la pareja.
Lo
importante es que los matrimonios pongan todas las energías posibles en crear
un proyecto de unidad, de tipo religioso, familiar y social. Volver al
principio de: quiero hacerte feliz, deseo envejecer contigo.
Físicamente
una solución está en buscar alimentarse sanamente, mantener el peso ideal y
huir del fantasma de la obesidad. Visitar al médico una vez al año o cada seis
meses. Si se atraviesa un estado depresivo, aceptar dicha situación y buscar una
consulta con un profesional en este campo, por ejemplo un sacerdote, un
psicólogo, un psiquiatra o personas que trabajan en consultorías matrimoniales.
En estos campos de enfermedad no hay que auto-recetarse, es imprescindible ser
prudente e ir a escuchar la aportación y consejo profesional de quienes se
dedican a ello por vocación o por profesión.
Es
muy importante aprender a administrar bien el tiempo y las actividades comunes.
¡Los hijos ya no están en casa! Luego, ¡Tenemos más tiempo libre, ¿cómo usarlo
en pareja?! Hay más tiempo para pensar y hacer todas las cosas que se quisieron
realizar en otra época, pero la tarea diaria lo impedía. Ahora hay una gran
oportunidad para replantear el uso de nuestro tiempo.
Analizar en profundidad, serenidad,
inteligencia y objetividad las cosas que por diversos motivos, ya no podrán hacer, como pareja o
individualmente, sin quererlas hacer a toda costa, incluso a costa del
matrimonio. Poner mucho énfasis, en programar las cosas que querían hacer y que por divisas
razones, no las han hecho, pero que todavía las pueden hacer.
Es
un momento especial para crecer y perfeccionarse en las virtudes y en los
valores. Si en algo es necesario crecer es en la vida interior. La crisis de
madurez en la pareja, puede superarse, con una buena dosis de entrega y lealtad, que es
la total fidelidad, al otro
cónyuge y a los hijos. Tratar de erradicar
el egoísmo, para conseguir los máximos niveles de humildad, que les permitan perdonar los errores cometidos,
si es el caso, y resolver las diferencias que existan, aceptando las propias limitaciones de la edad y
de las circunstancias, así como el papel concreto, que cada uno tiene en la familia
y en la sociedad.
Comunicación. Esta es la gran medicina: comunicarse. Ahora más que nunca
el diálogo es esencial. El diálogo es comunicación de dos, y no es de
perogrullo decir que uno habla y el otro escucha. Dialogar muy frecuentemente y con plena sinceridad, para
llegar a acuerdos que les permitan conseguir disfrutar más de la vida,
saliendo más a menudo, invirtiendo el tiempo libre en actividades
enriquecedoras y cultivando nuevas amistades.
Se
recomienda diseñar un programa de convivencia para cuando se dé el momento del
“nido vacío”. Aprender a “volver a estar solos”. Incluir en su horario semanal
alguna ida al cine, un cenar entresemana fuera de casa, un salir a pasear al
bosque o hacer alguna excursión. Volver a sonreír tomados de la mano. Compartir
la misa dominical, escuchar música juntos, e incluso bailar románticamente.
Prudencia,
prudencia y mucha prudencia para evitar errores irreversibles. Huir de
situaciones que empeoren la crisis conyugal en lugar de mejorarla. Como el
estar demasiado tiempo con los amigos, salir a propósito y con frecuencia tarde
del trabajo, tener malas amistades, caer en la tentación de alguna infidelidad
conyugal, caer en el juego de las apuestas –pues pueden arruinar el patrimonio
familiar–, todo esto son autoengaños y llevan a caminos totalmente opuestos.
Practicar como
pareja el voluntariado, en organizaciones religiosas, sociales o
políticas. Hay mucho que hacer y cada vez es más necesaria la incorporación de
parejas en estas actividades, para que aporten el equilibrio de opinión, madurez y experiencia, que todos los
matrimonios debieran tener. Este trabajo
en equipo, hará que al tener cosas importantes en común, no llegue
el enfriamiento, ni el
distanciamiento en las actividades cotidianas. Es una gran posibilidad de unificació
n de ideas, objetivos y
sentimientos
Por
último tratar de esclarecer los
conflictos pequeños, que muchas veces por su frecuencia, son la
causa del enfriamiento del amor matrimonial,
incluyendo los conflictos grandes, que están abocados, antes o después, a terminar en ruptura.
Conclusión
Envejecer
juntos es la máxima felicidad del matrimonio. Nací para ti y deseo morir
contigo. Los hijos son fruto del amor, pero mi amor primero es mi pareja. La
oración, el amor, la educación y el respeto son claves para tener éxito en el
matrimonio. Su Santidad Juan Pablo II en varias ocasiones dijo “Familia que
reza unida, permanece unida”. En este camino de superación familiar no vamos
solos. Cuando el sacerdote en nombre de la Iglesia bendijo a un matrimonio lo
hizo en nombre de Dios. Es Dios quien da la bendición a la familia y con esta
bendición va la fuerza para perseverar en las dificultades y las gracias
especiales para seguir creciendo en el amor.
Los
matrimonios felices y duraderos, los grandes amigos y la buena salud, se
obtienen a través del esfuerzo.